Las discotecas
cierran a las ocho de la mañana porque hay gente muy torpe que necesita mucho
tiempo para ligar. Si todos lo jóvenes fueran realmente seductores, la noche
terminaría enseguida. A la una de la madrugada cada pareja estaría en su
respectiva madriguera trabajando el amor y en las salas de fiestas sólo
quedarían los camareros, pero ahora en la seducción también hay democracia y la
música de las discotecas no cesa hasta que no liga el más desgraciado del
local. Cenados y bien acicalados, los jóvenes inician la competición pasada la
medianoche. En la oscura parrilla del viernes o del sábado, las mesnadas se
concentran para abrevar en los lugares consabidos antes de que se efectúe el
disparo de salida. Entonces se les ve avanzar en hacinados automóviles hacia
las salas de fiestas traídos por una estrella de láser que desde el espacio les
indica el camino. Dentro de cada discoteca se produce muy pronto una selección
natural. Los rostros más atractivos se buscan entre ellos, las miradas más
sugestivas comienzan a crear nudos ineludibles, el aura de unos cuerpos se va
acoplando de forma magnética a otros cuerpos similares. Todo el trabajo de las
hormonas se realiza en la primera hora de música. El resto de la noche ya no es
naturaleza, sino un subproducto cultural. Alrededor de las dos de la madrugada,
a los jóvenes más seductores de ambos sexos ya les sobra el alcohol y la música
para alcanzar su objetivo. Gracias a la belleza, la pieza deseada ya está en
sus brazos y con ella desaparecen en la oscuridad. Los que no logran superar el
primer obstáculo permanecen en la fiesta para ver si surge una segunda
oportunidad. Suele ser gente terciada que no liga hasta el aura clareada
espoleada por la frustración. En la discoteca sigue la música con el sol en el
tejado. Allí sólo quedan los torpes, los que a lo largo de la noche no han
encontrado ni una sólo mirada. Dentro del resplandor del día, el cansancio tal
vez les deparará otro resto del naufragio. Cuando se agarren a ese madero
cesará la música.
Manuel Vicent
que bueno!
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